Publicación en Facebook:
Allá por el año 2000 mi padre participó en lo que fue en ese momento la reconstrucción del Hotel Ayuí.
Recuerdo la primer reunión antes de tomar la concesión, los empleados con gran incertidumbre de que pasaría con sus destinos laborales, palomas entrando a través de vidrios rotos.
Por ese entonces mi padre se mudó a la habitación 31 del hotel y vivió ahí día y noche durante más de 2 años, recorría los pasillos de 6am hasta pasada la medianoche poniéndolo a tono, estaba destruido.
Con el paso del tiempo se volvió un lugar de ensueño, muchos recordarán recepciones al rededor de la pileta, despedidas de año y aún tengo fotos con dedicatorias a mi padre de familias que pasaban sus veranos en el hotel.
Se puso en valor la cancha de tenis, el spa, vajilla nueva, somieres, se hacían ciclos culturales en su salón de eventos bodas y cumpleaños de 15.
Eso se terminó, con la partida de mi padre el hotel cayó en una muerte lenta hasta sus ruinas.
Los pavos reales hoy, caminan arriba de las rejas rotas y los pastos largos, recuerdo que el primer Casal de pavos se lo regalaron a mi padre y ahí quedaron.
No sé qué pasó…. Pero si sé que la recuperación de esta joya viene de la mano de concepciones que tengan primero amor por estas tierras, que tengan compromiso con esta comunidad y que trabajen por el bronce y no por la plata… y segundo de empresarios que tengan la vocación de este rubro que es la hotelería y gastronomía.
Ya tenemos basta experiencia en conceciones mal entregadas a empresarios foráneos que cuando la cosa no va bien la tiran a la suerte de alguien que la rescate o en el peor de los casos el estado salga al rescate.
El hotel está muerto… y yo sueño con volverlo a la vida.